28/11/09

El Guardián de los Cultivos


Todos los datos podían ser importantes para mi investigación, así que la altura del árbol también la anoté: 9,2 metros. Y allí estaba yo, a esa altura, con los músculos agarrotados, balanceándome con el viento gélido tan frecuente en Olite, mientras me preguntaba quién me mandaba a mí hacer una tesis doctoral.


Cogí los cinco pollos de cernícalo, los metí en la mochila y bajé a la seguridad del suelo para trabajar con más calma. Había que pesarlos, medirlos y tomarles una muestra de sangre. Y después subirlos otra vez, claro. El mismo procedimiento lo repetiría luego con los otros 26 nidos que tenía controlados. No todos estaban en árboles, gracias a Dios. Al cernícalo le gusta también ocupar agujeros de edificios viejos, como corrales o casas en ruinas. Y eso abunda en Olite. A esos sitios es mucho más fácil subir, pero hay pulgas. Muchas pulgas. Y al parecer yo suponía un bocado exquisito para ellas. Sí, las primaveras de aquellos tres años se me hicieron un poco duras. Pero sólo un poco. Aunque al final no acabé la tesis, todo el tiempo que dediqué a recoger datos, revisar la bibliografía y seguir los cursos de doctorado fue mucho más productivo de lo que se podría pensar: El inacabado estudio de los cernícalos fue el verdadero comienzo de mi formación científica y divulgadora, y también la chispa que encendió el amor que me llevó hasta el matrimonio.


Si voy a dedicar un blog a la naturaleza, sin duda la mejor inauguración posible tenía que ser con el Cernícalo, el Guardián de los Cultivos.


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